jueves, 24 de diciembre de 2009

La Educación...

La chicharra sonó llamando a los estudiantes a la segunda hora de clase, entre risas y alboroto, los adolescentes enfilaron en grupos hacia los salones, algunos aun tomando jugo o refresco, otros incluso terminando su lonche, y es que los 20 minutos de receso no eran nada para el almuerzo si la plática estaba buena.
En uno de esos grupos, iba un adolescente como apartado, pensativo, caminando lentamente; daba la idea que no deseaba llegar al salón de clases.
De repente sintió una palmada en la espalda
-Vamos wey, tú no te desanimes, se me hace que la pinche vieja ni vino-.
El adolescente esbozo una leve sonrisa
-“Es cierto, a lo mejor la maestra no vino”- Pensó para sus adentros.
-Además wey, tú eres el más trucha de todos, llevas buenas calificaciones, la vieja tiene que entender-
Los adolescentes entraron al salón de clases, Santiago, que así se llamaba el adolescente, ocupo su butaca, observaba a sus demás compañeros desenvolverse tranquilamente, y sin poder evitarlo, se sobaba las manos demostrando su nerviosismo.
Los minutos pasaron y la maestra no llegaba, el adolescente comenzó a pensar que tal vez su amigo tenía razón, quizá la maestra faltaría a clase, y el tendría una semana más para tratar de dar solución a su preocupación.
Pero la suerte no estaba a su favor, la maestra entro apresurada, saludó mientras todos se levantaban.
-Siéntense por favor; se me hizo un poco tarde, cosas del sindicato, así que nos daremos prisa ¿Terminaron todos su trabajo?-
-Siiiiiiiiiiii-

Contestaron varias voces a la vez, mientras tanto, la maestra terminaba de acomodarse en el escritorio, hecho esto, se tomo unos segundos para dar una mirada a los alumnos.
-Bueno, espero que todos lo hayan terminado, recuerden que de esto depende su calificación, es lo único que tomaré en cuenta, el que no lo haya hecho, puede darse por reprobado-.
-Conforme los vaya nombrando iré pasando lista y vendrán a entregarme su trabajo ¿Alguna duda?-
Nadie respondió, así que la maestra comenzó a pasar lista y a revisar los trabajos.
-Acosta Martínez Alicia-
-Presente maestra-
-¿Termino su trabajo señorita?-
-Sí- Respondió la adolescente mientras se acercaba al escritorio.
-Déjeme ver, eran 11 hojas y le pedí las imágenes a color, letra times new roman 12, espaciado 1.5 y justificado-.
Diciendo esto, la maestra contaba las hojas, cosa que solo le llevo unos segundos, los cuales le sirvieron para echar una ojeada a las mismas y confirmar que cumplieran con lo que había pedido.
-Muy bien señorita, pasé a su lugar-
-Alcántara López Sonia-
-Presente maestra-
-Permítame su trabajo-
Uno a uno la maestra fue revisando los trabajos de los alumnos, y al igual que al primero, hacerlo le llevaba solo unos cuantos segundos.
-González Rodríguez Ulises-
-Presente-
-¿Termino su trabajo?-
-Si maestra, pero…-
-¿Pero qué?-
-El del ciber ya no tenía tinta a color y…-
-¿Y qué, las trajo en blanco y negro?-
-Si maestra-
-¡Ni lo traiga, yo lo pedí a color, les di dos semanas y ahora me sale con que el del ciber no tenía tinta!-
-Revíselo maestra, lo hice bien, nada más que las imágenes vienen en…-
-¡No me interesa! Yo lo pedí a color, si no está a color no cumple y no hay calificación-
-Huerta Larios Enrique...-
El adolescente se quedo parado un momento esperando que la maestra cambiara de opinión, pero no fue así; ya la maestra revisaba el trabajo del otro estudiante, así que dio media vuelta y volvió a su butaca.
Al ver esta escena, Santiago supo que no habría modo de evitar ser reprobado; él, que siempre cumplía con sus tareas y participaba en clase, que nunca había reprobado ni siquiera una materia por ser un buen estudiante, reprobaría por algo que estaba fuera de su alcance resolver.
-Morales Vázquez Santiago-
-¿Morales Vázquez Santiago no vino?-
-Si maestra, si…-
-¿Y que espera para traerme su trabajo?-
El adolescente tomo su libreta y se levanto de la butaca, camino dos pasos y de pronto se detuvo, miro fijamente a la maestra y levanto su libreta mientras la hojeaba.
-Aquí está mi trabajo maestra, son once hojas, las imágenes a colores, el texto está bien cuadrado y créame que no trae faltas de ortografía, si gusta revisarlo…-
El adolescente no término de hablar, la maestra se levanto a la vez que le gritaba exaltada
-¡Que cree que yo soy su burla o que! Si no hizo el trabajo simplemente diga no ¿No sabe que puedo reportarlo por burlarse de mí?-
-Yo no me burlo de usted maestra-
-¡Ah! ¿Y qué cree que es lo que acaba de hacer? Todos saben cómo quiero el trabajo y me sale usted con que lo hizo en su libreta ¡Que descaro!-
-No maestra, yo no quise burlarme de usted-
-Últimamente su rendimiento ha bajado Santiago, no me entrega los trabajos al 100% como los pido, pero ahora de a tiro me sale con que no hizo nada-
-Si lo hice, está aquí, en mi libreta, revíselo-
-¿Qué se cree usted jovencito, que estoy para hacer lo que usted mande?-
-No maestra, solo le digo que mi trabajo si lo hice, aquí está, en mi libreta-
-¡Salga inmediatamente del salón, no lo quiero ver por mi clase por lo menos en un mes!-
El adolescente ya no pudo reprimirse más, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, el miedo que sentía, de pronto se convirtió en coraje, y sin moverse de su lugar, encaro a la maestra, que le seguía pidiendo saliera del salón.
-¡No me voy a salir y traiga a quien quiera!-
Fue la respuesta de Santiago, que volviendo a levantar su libreta, comenzó a hojearla.
-¿Sabe porque no traje el trabajo como usted lo pidió maestra? ¿Sabe usted porque?-
Sin dar tiempo a que la maestra articulara palabra alguna, el adolescente se respondió lleno de ira.
-¡No traje el trabajo como usted lo pidió porque eso cuesta maestra, y en mi casa ahorita muy apenas alcanza para comer, mi padre tiene ya casi dos meses que perdió su empleo, mi hermano el más pequeño está enfermo y ahorita no tenemos seguro social! ¿Sabe usted que comimos ayer en mi casa maestra? ¡Un pedazo de virote recalentado con mantequilla y los últimos frijoles que quedaban! ¿Qué comeremos hoy? ¡No lo sé, pero estoy seguro que mi padre y mi madre algo arrimarán, y aunque sea un taco nos llevaremos a la boca!-
La maestra lo veía hablar, todos en el salón escuchaban atónitos las palabras de Santiago, quien con la manga del suéter se secaba las lágrimas que escurrían en su rostro.
-¡Usted pidió los trabajos, y sé que no cumplo al entregarlos como usted me los pide, pero no está en mí! ¿Sabe usted cuánto se gasto cada quien en hacer así el trabajo? ¡Casi cien pesos maestra! ¿Sabe cuánto ganaba en un día mi padre donde trabajaba? ¡95 pesos maestra! Sus trabajos a todos les quedaron muy bonitos, y se ven muy bonitos, pero dígame maestra ¿Ha revisado el contenido de alguno para ver si están bien? ¿Cree que al hacer bonito y presentable el trabajo mis compañeros en realidad aprendieron algo? ¿O usted dígame, que es la educación? ¿Es aprender o es verse bonito? ¿Qué se creen ustedes los maestros, que todas las familias pueden hacer los gastos que a ustedes se les ocurran?-
Terminando de decir esto, Santiago tomo asiento, pero de inmediato la maestra se levanto del escritorio.
-¡Salga usted inmediatamente del salón, y ya no será un mes de castigo, ahora mismo hablaré con el director y se irá usted expulsado una semana de la escuela por irrespetuoso! Por lo que respecta a mi clase, prepárese para los extraordinarios, queda desde hoy reprobado para lo que resta del año escolar-
La chicharra sonó anunciando el segundo receso, los estudiantes salieron de los salones gritando y haciendo alboroto. Santiago estaba sentado en la banqueta, frente a la escuela, bajo la sombra de una marquesina; al oír la chicharra alzo la vista, desde ahí observo a los alumnos que salían de los salones de la planta alta, en ese momento vio salir a la maestra en su auto, se marchaba ya, tenia reunión del sindicato.
Santiago se levantó y tomo camino hacía su casa, pensando en cómo le iba a decir a su mamá que lo habían expulsado una semana de la secundaria, sería acrecentar aun más los problemas por los que ya atravesaban sus padres.
Mientras tanto, la maestra conducía su auto y sonreía, que la educación en México sea una mierda no le importaba -al fin y al cabo, el presidente de la república y los gobernadores de los estados, así como las autoridades educativas se llenan el hocico diciendo que “La educación es gratuita”, y “que todos los mexicanos tienen derecho a estudiar”- Pensó.
La maestra se alejo en su auto, soñando ¿Con un México mejor? No, tal vez con un mejor cargo en el sindicato, o tal vez con una Hummer.


Juan Anastacio González Hernández.

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